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Los tacos que hacía para
entonces eran de suadero y longaniza, con el tiempo aprendí hacer los de pastor
y cabeza. Después pase a trabajar con otras personas haciendo tacos de carnitas
al vapor, estilo Michoacán y de guerrero. Los de hígado y tripas fueron mis
preferidos. Lo más importantes de los tacos era la receta especial de la salsa.
La mayoría de los que llegaban a pedir tacos, era por esta, yo tenía una muy
especial que hasta hoy no he querido dar a conocer, solo aquellos que son muy íntimos
y que la conservare para la posteridad. Mi madrina me enseño a trabajar,
respetar y ser quizás lo que soy. No tenía tiempo para jugar o distraerme, la entrada
era a las 2 de la tarde para salir entre 1 y 2 de la mañana.
En varias ocasiones tuve que
dormir en la calle, ya que como se tenía que abrir en ocasiones el puesto como
a las seis de la mañana yo me ofrecía para hacerlo. Con el tiempo me
permitieron compañeros de otros negocios como paleterías o las mismas taquerías
que me quedaran con ellos. Así no pasaba frio y estaba seguro.
En la noche pasaba de todo,
que yo no entendía. Drogadictos, prostitutas, maleantes, peleas entre bandas e incluso
agresiones con armas de fuego. Para mí era como parte de una película que
pasaba a mi vista sin que esto me afectara, no encontraba por qué alarmarme. Al
final después de unos cinco años deje Tacubaya y a mi madrina la
Güera. Yo era un taquero reconocido en lugares como Zaragoza, Gómez Farías, Narvarte,
Candelaria y La Merced. En Zaragoza me pagaban bien y decidí trabajar en este lugar durante otros años, hasta que me di cuenta que no podía seguir igual, fue cuando decidí regresar a estudiar, terminar la preparatoria y volver a comenzar para materializar mi sueño que tenía desde los siete año. Ser arqueólogo, pero eso es otra historia.
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