El Arqueólogo Raúl Martín Arana Álvarez, primer testigo presencial en el descubrimiento de la Coyolxauhqui. |
En esta ocasión solo quiero recordar cómo se dio el
gran descubrimiento de la Coyoalxouhqui, en la Ciudad de México, situación que
marco parte de mi vida para saber que existía una carrera llamada arqueología y
que quería ejercer en el futuro, logrando conseguirlo en su momento. En ese entonces, década de los 70´, yo
estudiaba en secundaria y en un almanaque de 1976, me quedo bien claro cómo se
dio el descubrimiento y que consecuencias tendría.
La historia empieza así, en febrero de 1978, el
Departamento de Obras Civiles de Distribución, Sector Centro, ubicado en la
calle de Miguel Negrete Nº 11, colonia 10 de mayo, iniciaron labores donde se
instalaría un transformador para retroalimentar a la zona del Centro que
comenzaron en la noche del 20 de febrero de ese año. A las 3:30 a.m., del día 21
de febrero, en la esquina de Guatemala y Argentina, los trabajadores Mario Alberto Espejel Pérez y
Jorge Valverde Ledezma, integrantes de la “Cuadrilla 303” de la entonces
Compañía de Luz y Fuerza del Centro, S.A. entablan una conversación que decía así:
-¡Hey, mira!, ya no puedo seguir –le dice Mario Alberto a Jorge-, topé con algo
muy duro, es como una piedra. Y responde
Jorge Valverde: ¡A ver, óoorale! ¿Qué
es?. De Nuevo comenta Mario Alberto: Ya
te dije que es como una piedra. Jorge:
Síguele dando… Mario Alberto: …que ya no, que es una piedra y tiene cositas… Jorge: ¡Pues entonces hazle
como quieras!
Jorge como Mario Alberto, decidieron limpiar un
poco la piedra con unas cuñas de madera. Al retirar un poco el lodo que estaba
formado por la humedad de la tierra, se dieron cuenta de que era algo
importante, se observaban a simple vista en la parte descubierta de dicha
“piedra” unas plumas, lo que indicaba que eran parte de un penacho. Los dos
trabajadores, dieron aviso al Ing. Orlando Gutiérrez, Supervisor de la obra, quien
a su vez acudió al sitio, ordenando lo cubrieran muy bien, y dejando indicado
que él daría aviso al jefe, probablemente se trate de los ingenieros Ignacio Díaz Moreno o Jaime Castillo Velázquez.
El Ing. Orlando Gutiérrez se dio a la tarea de
avisar al INAH, prestando su atención el Dr. Raúl Martín Arana
Álvarez, del entonces Departamento de Salvamento Arqueológico del Instituto
Nacional de Antropología e Historia. Es aquí donde hay algo interesante ya que previamente
tres arqueólogos del mismo departamento se habían trasladado al lugar y reportaron
que no había nada; el Ing. Orlando Gutiérrez, señalo que la verificación debería
de ser en la noche ya que los trabajadores laboraban de las 23 p.m. a las 5
a.m. Eso llevo a preguntar por parte de Arana: ¿Está seguro de que se trata de
algo importante? ¡Sí!, fue la respuesta inmediata del Ingeniero. “Entonces yo
me comprometo a ir en la noche”, actitud contundente y decidida del arqueólogo.
Reconocimiento que fue entregado al C. Jesús Navarrete Méndez |
A las 23:00 hs. Arana Álvarez arribó al lugar,
donde ya los trabajadores habían acordonado la zona y tenían descubierta la
piedra, él se acercó y……Con un profundo silencio, tuvo a su vista un
maravilloso descubrimiento, y bastaron esas “plumas” (primera evidencia
observada por personal de la CLyFC)
para darse cuenta de la majestuosidad que tenía enfrente. El arqueólogo le
dijo: ¡Por favor, espéreme aquí, voy rápido por mi jefe (en ese entonces era el
Dr. Ángel García Cook). Después ambos se
dirigieron al lugar de los hechos, en tanto que la preocupación por parte del
Ing. Orlando era evidente, por el hecho de una pregunta básica que hizo al
Mtro. Arana, en el sentido de cuándo podrían seguir con la obra, a lo cual el
propio Arana, sonriendo le contestó: ¡Jamás vuelven a tocar esta piedra, su
obra aquí terminó, y ahora se queda esto en manos de la oficina de salvamento!
Efectivamente, por órdenes de García Cook, dichos trabajos iniciaron la mañana
del 23 de febrero mismo y hasta que concluyeron, el 15 de abril siguiente. De
esta forma se pudo revelar que ese “personaje” en realidad era una mujer,
además, decapitada y cuya leyenda, explica que se trataba de la Coyolxauhqui, diosa lunar que resurgió
de la tierra haciendo honor a su posición, y a la luz de la luna brillante
decidió salir.