Fray Bernardino de
Sahagún en su obra histórica sobre la Nueva España nos narra un platillo que
era común para los grupos indígenas y que consistía en maíz cocido con sus propias
hojas, llamado tamal.
Los tamales eran
usados en diferentes ritos funerarios y esta costumbre todavía perdura cuando
entre el 1º y 2º de noviembre forman parte de la ofrenda. Los tamales difieren dependiendo
donde nos encontremos en la republica mexicana y estos se convierten en un suculento
platillo. En Michoacán, por la región
tarasca hay de dos tipos que no debemos dejar pasar.
El primero corresponde a
las esponjadas
corundas. Lo usual se preparan sólo con masa de maíz y manteca de cerdo;
se envuelven en la hoja de la planta del maíz, no de la mazorca, en forma de
pequeñas bolas que, al apretarse y cocerse, adoptan una figura geométrica de
cuatro caras triangulares y cuatro picos. Se sirven varias corundas en
un plato y se les baña con salsa de jitomate picosa y crema y se les puede
poner encima carne de puerco; también se acostumbra comerlas con frijoles,
jocoque y salsa; pueden llevar asimismo queso.
En segundo tipo de tamal son los uchepos,
que son unos pequeños tamales en hoja de elote, dulces por ser precisamente de
elote tierno, que pueden hacerse con leche o con agua y lo más usual es
condimentarlos con canela. Se pueden comer bañados con mantequilla y con rajas
de chile poblano a un lado.
Hay otros tamales de la meseta tarasca que son
los de zarzamora, y también hacen tamales tontos sin cernir, tamales de
chía o zapatas, tamales agrios rellenos de frijol y queso, fritos
o en sopa aguada, nacatamales y tamales tarascos de maíz y frijol con
charales.
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